abril 14, 2016

Turismo en cifras - Overbooked

“Viajar es el nombre de una enfermedad moderna que quedó fuera de control a mitad de los años cincuenta y se sigue expandiendo. La enfermedad –cuyo nombre científico es Travelitis furiosus– la transmite un germen llamado prosperidad”.
Esta cita del irónico escritor húngaro George Mikes sirve muy bien para plantear una pregunta: ¿sabía usted que el turismo es la fuerza que mueve el mundo?
No hay por qué alarmarse si la respuesta es no. Ni los Gobiernos, ni los organismos internacionales, ni los medios de comunicación se habían dado cuenta hasta hace muy poco. Sobre la energía, el petróleo, las finanzas, la ciencia y la agricultura existía el consenso de que son vitales para el desarrollo global. Pero el turismo no entraba en las agendas de los poderosos del mundo, salvo en Francia.
Los franceses, con sus más de 365 tipos de queso –uno para cada día del año–, su idea patriótica de que su territorio es un jardín, su pirámide del arquitecto I. M. Pei para ordenar la entrada de 9,3 millones de visitantes al año al Louvre (cifra récord de museos) y su sensible estilo de vida, ostentan año tras año el título del país más visitado del mundo (83 millones en 2013, seguido por Estados Unidos, España, China e Italia).
El rol de los gobiernos
La periodista Elizabeth Becker, que trabajó durante años para The New York Times, publicó en 2013 el libro Overbooked: The Exploding Business of Travel and Tourism [exceso de reservas: el fulgurante negocio de los viajes y el turismo], aún no traducido al español.
Desde Washington, donde vive, Becker se muestra muy pragmática al explicar que son los Gobiernos, y nadie más, los protagonistas de la planificación del desarrollo turístico, “pues son ellos los que deciden cuántos hoteles se pueden levantar o si las playas son públicas o no”.
Los casos de autoagresión son de lo más variado: del urbanismo salvaje en tantísimos tramos de litoral en España, Portugal, Italia o la francesa Costa Azul a la destrucción del centro histórico de Pekín a manos de Mao; de la destrucción de los barrios históricos en los alrededores de La Meca para levantar vulgares centros comerciales con capital saudí a la desecación de los acuíferos en el sitio arqueológico de Angkor (Camboya), a fin de alimentar de agua a los hoteles colindantes, con el consiguiente peligro para los cimientos de los templos.
“Se ha estropeado tanto a cambio de tan poco...”, dice Elizabeth Becker. “Los franceses han sido los más cuidadosos. Y es que Francia fue el primer país que comprendió la importancia del turismo”.



Vacaciones
Precisamente esa palabra mágica y recurrente es la que está dando otra vuelta de tuerca a la industria del turismo mundial. Desde que en el año 2000 el Gobierno chino autorizó vacaciones pagadas en las Semanas Doradas (el Nuevo Año Chino, a finales de enero o en febrero, y el Día Nacional, en octubre), el turismo chino se incrementó aceleradamente. Un 5 por ciento de los chinos tienen ya pasaporte, se calcula que en 2011 había en China 960.000 millonarios, y su clase media se aleja cada vez más de los estereotipos, algunos de tintes racistas, que los presentan como hordas sin cultivar.
El acelerón ha llegado hasta el punto de que China se convirtió en 2014 en el primer país del mundo emisor de turistas (120 millones), y la cifra alcanzará los 200 millones en 2018, según una prospección del Consejo Mundial de Viajes y Turismo (World Travel & Tourism Council), el foro que agrupa a cien de las empresas más poderosas del sector.
Su presidente, el británico David Scowsill, dice que estamos asistiendo a un fenómeno nuevo, “porque el centro de la industria se está moviendo a Asia, y a China particularmente”. En su análisis optimista, confía en la salida europea de la crisis y en el hecho de que los países asiáticos están creciendo un 5 o un 6 por ciento cada año. Más la caída del precio del petróleo, “que desde hace décadas no estaba tan barato”, dice. “Y si esto sigue así y las aerolíneas pueden bajar sus tarifas, se dinamizará el sector. Lo que es aplicable también a los consumidores que llenan su depósito, y que si pagan menos en combustible tendrán más dinero para irse de vacaciones”.
La revolución
En su despacho de la Organización Mundial del Turismo (OMT), la agencia dependiente de Naciones Unidas con sede en Madrid, el secretario general, el jordano Taleb Rifai, explica que el mundo de hoy está viviendo dos revoluciones: la tecnológica y la de los viajes. “La tecnológica conecta al mundo virtualmente, la de los viajes nos conecta físicamente”, dice. En opinión de Rifai, lo que está pasando “es increíble”. Y ofrece unos simples datos. “En 2014 hubo 1.138 millones de turistas internacionales que traspasaron alguna frontera. Lo que quiere decir que más de uno de cada siete habitantes del mundo hizo un viaje internacional. En 1950 eran 22 millones”.
Un crecimiento vertiginoso con una fecha clave, 1958, cuando un vuelo comercial de Pan American 707 hizo la ruta de Nueva York a Bruselas sin repostar. Rifai aporta otro dato significativo: “Uno de cada 11 empleos en todo el mundo se ha creado gracias al turismo. Y cada puesto de trabajo del sector genera 1,4 trabajos adicionales; es decir, cuando un hotel contrata a 100 personas, se están generando 240 empleos”.
En la OMT se han elaborado importantes documentos como el Código Ético Mundial para el Turismo (Global Code of Ethics in ­Tourism), de 1999, y pese a ello el secretario general se queja de que al turismo no se le toma en serio. “Llevará tiempo”, comenta, “pero datos como que esta actividad supone más del 9 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, y más del 30 por ciento del comercio y los servicios, están consiguiendo que nuestra organización sea cada vez más influyente. Esta actividad ha conseguido que las islas Maldivas o las de Cabo Verde, por ejemplo, hayan podido abandonar la pobreza y salir del índice de países menos desarrollados. El turismo genera tremendos beneficios económicos”, puntualizó el directivo. 


fuente:
©Diario El País, SL

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